Lo que parecía que iba a ser un fin de semana pasado por agua acabó resultando uno de los mejores fines de semana de los últimos meses. En Kitecamp Tarifa conocimos gente muy simpática que nos trató desde el primer momento como si nos conociésemos desde hace años.
Viajamos a Tarifa por la mañana. Nos cayeron algunas gotas por el camino, pero se fue aclarando el cielo a medida que el tiempo pasaba. Nuestras expectativas iban mejorando poco a poco.
La llegada y el Kitecamp
Al mediodía nos recibió Juanlu, uno de los tres encargados del Kitecamp. Su función era la de llevar las redes sociales y la publicidad. Un tío muy simpático que se mostró totalmente interesado en ayudarnos a cualquier cosa.
Cuando entramos nos dimos cuenta que aquel lugar era único. Varias casas, unas de madera y otras de ladrillo, un jardín bien cuidado y un merendero con sofás para relajarse. Aquel lugar era perfecto para pasar unos días de tranquilidad, escuchando el sonido de los pájaros y nada más.
Nuestra casa tenía un salón bastante acogedor, con cocina y todo lo necesario para vivir allí. En la parte de fuera, una mesa con varias sillas, dos tumbonas y una hamaca que colgaba entre palo y palo, además de una barbacoa en la zona de césped.
Pasamos la tarde en el pueblo. Cuando volvimos a prepararnos para pasar la noche fuera, nos encontramos con los otros dos encargados del Kitecamp, Javi y Alberto. Al conocerlos supimos que ese fin de semana iba a ser especial.
Nos invitaron a venir al día siguiente a una barbacoa que se realizaría allí mismo. Contestamos que sí, sin pensárnoslo.
Descubriendo el Paddle Surf
Al día siguiente amanecimos temprano con pensamiento de hacer Paddle Surf con Alberto, el encargado de llevar la escuela. Tras presentarnos a nuestros compañeros de aventura, un grupo de holandeses y un chico de Algeciras, nos dispusimos a hinchar las tablas de paddle.
Una vez todo listo, nos dio una pequeña charla explicando cómo debíamos hacerlo luego para no caer al agua y poder remar.
Al terminar, nos pusimos a montar todo en la furgoneta y transportar todo el material hasta la entrada al río Jara, la cual no estaba ni a 500 metros del camping.
Cuando llegamos, cada uno cargado con su tabla y su remo, nos dirigimos hacia el río. Decidimos empezar el paseo hacia el interior, dirección a la montaña. Alguno de nosotros al principio, con la inexperiencia, tuvo la oportunidad de probar el agua al caer de la tabla, lo que provocó las risas de algunos.
Estuvimos algo más de una hora dando el paseo. Dimos la vuelta y procedimos a bajar el río. Con una temperatura agradable y el cielo abierto, fue una experiencia preciosa. Disfrutamos del paisaje que creaban las montañas con los molinos de viento y alguna que otra vaca por allí pastando en la orilla del río.
Cuando volvimos al punto de inicio, pensamos que sería buena idea acercarnos a la playa de Los Lances, donde desembocaba el río. Al llegar allí nos acercamos al agua e intentamos coger alguna ola con las tablas.
Una clase de Kitesurf en Tarifa con Kitecamp
Al terminar la actividad, regresamos al Kitecamp, donde bajamos todo el material y lo recogimos. Fuimos a comer cerca de allí, a un lugar que nos aconsejaron los dueños del camping y donde degustamos un plato del día riquísimo.
Tras comer y haber bajado un poco la comida, nos dirigimos a la playa de Los Lances. Se encontraba justo enfrente de donde estábamos, con tan solo cruzar la carretera. Una vez allí, íbamos a disfrutar de un curso de Kitesurf. Lo impartió Alberto con una pequeña clase teórica previa en la propia playa que nos facilitó mucho más la puesta en práctica.
Estuvimos practicando bastante tiempo con la cometa hasta que llevábamos más o menos bien el movimiento y podíamos controlarla. Se nos hacía de noche, por lo que decidimos acabar ahí la clase y entrar al agua en la próxima clase.
Barbacoa y Despedida
Al llegar al camping, ayudamos a recoger el material y nos fuimos a nuestra casa a prepararnos para la barbacoa. Cuando salimos ya estaba Javi, dueño del Kitecamp, preparando la carne. Un tarifeño de toda la vida que nos hizo la estancia más agradable. Nos sentimos como si estuviéramos en casa.
Ya cenando conocimos a un grupo de malagueñas que también estaban allí alojadas. Junto con los holandeses, el chico de Algeciras y los monitores y dueños éramos como una gran familia, donde intercambiamos historias y experiencias. Era el broche de oro que hacía que nos quedáramos embrujados por aquel lugar. ¡Estamos deseando volver!
Al día siguiente, cuando nos levantamos, desayunamos y recogimos las cosas para marcharnos. Teníamos la impresión de que nos había faltado tiempo para poder disfrutar de todo lo que allí nos ofrecían. Un verdadero placer haber conocido a esas personas y en aquel lugar que desde el primer momento nos cambió las expectativas del fin de semana.